ampharou
martes, junio 21, 2005
Awakenings.
Entreabro los ojos y veo la tenue luz del amanecer en la habitación. De repente, recuerdo que es domingo. Nunca me despierto tan temprano los domingos. Claro que pocos domingos me despierto con un beso en la espalda. Al beso sigue un abrazo. Intentando no zafarme, me doy la vuelta lentamente, me quito el pelo revuelto de la cara y allí está él, en ese momento tan gustoso en el que no estás dormido ni despierto. Susurro un buenos días al que él responde con otro beso. Qué bien sabe ese primer beso entre las sábanas! Juega a no querer abrir los ojos y a mí todavía me cuesta abrir los míos, pero los dedos sí están despiertos y se van deslizando componiendo nuestras caricias secretas: tentando cada parte de mi cuerpo, como si lo fuese fotografiando a trozos, haciendo un collage. Amoldando mis manos, mis dedos, a cada parte del suyo, comprobando que quepo en cualquier sitio, que cualquier hueco es perfecto para mí. Todo ello con la parsimonia que requiere la hora y el tener todo el tiempo del mundo. Poco a poco se van despertando el resto de los sentidos: el abrazo más estrecho, el sabor del sueño en la saliva compartida, un roce en los labios, la mirada del cíclope, buscarnos las cosquillas de forma tan descuidada, el jardín de las delicias. Alguien tendría que hacer café.... dentro de un rato.
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