Fin de semana de buen cine, como viene ya siendo habitual gracias a mi asesor cinematográfico-literario. Habiendo pasado ya por
Dogville y
Ordet, era el turno de
Dolls, de Takeshi Kitano. Película tan triste como hermosa, una maravilla visual que nos habla, apenas sin palabras, del amor, el destino y la muerte a través de tres historias y del paso de las estaciones.
El comienzo de la película, que no voy a contar aquí ni a desvelar más allá, es una explicación a su nombre y una introducción a lo que va a ser el sentimiento que es su hilo conductor. Se trata de una representación de Bunraku, el teatro de títeres profesional japonés, uno de los más sofisticados del mundo y que fue proclamado por la Unesco en 2003 "Obra maestra del patrimonio oral e inmaterial de la humanidad". En él, a través de la manipulación de los títeres, articulados y suntuosamente vestidos, por tres marionetistas con una destreza y coordinación tales que hacen olvidar que realmente se trata de marionetas, la narración del Tayu, que interpreta a todos los personajes adaptando su voz y entonación a cada figura y situación, y el intérprete del Shamisén, se representan obras que datan, en su mayoría, del siglo XVII, adaptadas a una duración de unas cuatro horas (originalmente, cada representación podía extenderse a lo largo de un día completo) y que tienen como característica común una gran carga dramática.
1 Comments:
Lo mejor es la carga significativa que tiene esa escena con el resto de la película, la cual para quién no la haya visto es magistral. Hasta con el misionero estamos de acuerdo de lo buena que es.
Publicar un comentario
<< Home