Señoras y señores, ya está bien. Ya terminó. Ha habido tiempo suficiente para el desenfreno y la desvergüenza.
Desde el pasado
miércoles ya era hora de parar y, sin embargo, ha habido media semana más, así que los
jartibles están fuera de lugar. Correteando con sus siete pies llega la Cuaresma, tiempo de recogimiento y devoción. Tiempo para repasar nuestras faltas y purgar nuestros
pecados, así que nuestro deber es ir preparándonos para la Semana Santa.
Nada de dejar para última hora los preparativos para vivirla adecuadamente: es hora de pedir esos días de vacaciones que hemos ido guardando avariciosamente desde el año pasado, pensando que una semanita de descanso no nos vendría mal al comienzo de la primavera. Sí, ya sabemos que esto provocará la envidia de nuestros compañeros, que deberán quedarse al pie del cañón, y la ira de nuestros jefes, que verán que nuestro empeño para sacar la carrera de ingenieros de puentes no ha caído en saco roto. Para ayudarles a superar estos sentimientos, lo mejor que podemos hacer es mostrarles orgullosamente las reservas que habremos realizado con antelación para el maravilloso viaje que nos hemos preparado a un lugar idílico (nada de Filipinas o Israel. Ésta no es la mejor época para esos viajes), e ir pasándoles toda la soberbia información que vayamos recopilando por internet –en horas de trabajo, por supuesto. Pobrecillos: si se han de quedar, al menos que recreen en su imaginación lo que vamos a estar haciendo nosotros mientras ellos aguantan madrugones, atascos y procesiones por dentro y por fuera.
Recordad también que es tiempo de vigilia. No se puede comer carne. Pero nada de bacalao, que da mucha sed. Lo más adecuado será que cada viernes dirijamos nuestros pasos, a la hora del almuerzo, a la marisquería más cercana. Los crustáceos no son carne. Y si no son carne, no son pecado. Así que podremos almorzar y cenar marisco sin ningún peligro para nuestras almas, porque además, al darnos el gran atracón de esos
bichitos, olvidaremos el chuletón, el cordero y el cochinillo.
Por fin, y tras todos estos sacrificios, llegaremos a nuestra tan ansiada semana santa. Una semana de vacaciones en medio del año que no podemos desaprovechar visitando museos ni pateando ciudades, que eso cansa. Lo de las visitas culturales lo dejaremos para cuando nuestra empresa nos envíe a cualquier ciudad por motivos de trabajo. Las semanas de vacaciones están para descansar, así que nuestra obligación, para honrarla, será permanecer, por ejemplo, tumbados en una hamaca a la orilla de una idílica playa, sin otra obligación que no sea el estar atentos a los voluptuosos, sensuales, sudorosos cuerpos que se broncean al sol del medio día apenas a un metro de nosotros...
Sí señor. Toda una semana de pasión.
9 Comments:
Yo dejaré el local de Paul por unos días y viajaré a tierras lejanas. Como en las películas del género, me espera una señora guapísima y malísima. Pero estoy tranquilo, las malas de verdad son las rubias como Lana Turner, y esta el rubio no se lo encuentro por ninguna parte (emoticón de guiño). Y como guapísima, que vamos a decir....
¿Como que las malas de verdad son las rubias Beaumount? en fin...
Ana, yo me apunto a hacer penitencia en una idílica playa...
¿Encontraré en semana santa a mi prima la del prat?
Saliendo del carnaval y ya pensando en vacaciones...
Dos Avemarías y un Credo. Vaya con Dios, hija.
En España sí que se la pasan bien... Creo que después de leer tanto espíritu de fiesta voy a ir preparando las valijas!!
Creo que me apuntaré al viajecito, espero pacientemente los primeros cielos azules y hago examen de conciencia, en efecto, pero sólo para llegar a la conclusión de que hay que seguir haciendo lo posible por disfrutar cuanto se pueda...
Está bien esa idea de unir unas fiestas con otras, o por lo menos ir pensando en como van a ser cuando lleguen y disfrutar del camino...
Y no me olvido de esa genial recomendación para evitar los chuletones...
Un beso.
Prefiero don Carnal, ¿a ver quién tiene cojones de dejarme sin chuletones y morcilla de arroz?
Vieja loca esa Cuaresma
Pues yo siguiendo la tradición de cada año, el viernes santo es el único día del año, ya que no es algo que me entusiasme culinariamente, me comeré un chuletón o entrecot. Naturalmente no desestimo el jueves santo comer buen marisco, hasta una paella si hace falta ;)
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