ampharou

jueves, octubre 26, 2006

Café y azúcar.










Como cada mañana, se instaló en el rincón más apartado de la barra del bar, allí donde la máquina del café soltaba su vapor de vieja locomotora. Aquel sitio siempre estaba vacío, esperándola, como reservado para ella. El ruido del vapor ahuyentaba a la clientela, pero ella, después de los años que hacía que había adoptado aquel lugar para el café de las mañanas, había terminado por no oír aquel bufido a fuerza de pura costumbre.

Café hirviendo, leche fría. El mismo ritual de cada mañana: sostener por unos segundos el terrón de azúcar sobre la superficie del líquido caliente, apenas rozándolo, mientras se iba tiñendo y empezaba a derretirse. Uno, dos, y los mismos pliegues en el envoltorio vacío. Encender un cigarro y mezclar su humo con las volutas que se desprenden de la taza. Abrir el libro y abstraerse en él, aunque a aquellas horas no había mucho más allí en qué distraer la mirada: la cafetería casi vacía, solo ella, los dos camareros aburridos y somnolientos tras la barra y las luces parpadeantes de la tragaperras que, de vez en cuando, soltaba su lamento en forma de patética musiquilla de feria reclamando atención entre un público a aquellas horas inexistente. Quizá demasiado temprano para los que van, quizá demasiado tarde para los que ya están de vuelta, así que ella sola con su multitud: su libro, su café, su cigarro y el camarero, simulando tener algo que hacer, que por decir algo le pregunta: «Anita, y ¿no dirá en ese libro que lees cuándo por fin va a hacer frío?» «No lo sé, Alejandro. Todavía no he llegado al final».

Fin del capítulo, acomoda la pauta y cierra el libro. Último sorbo de café poniendo toda su atención en apagar el cigarro. No debe quedar ni siquiera una pequeña pavesa encendida, ni una pequeña y calcinada porción de tabaco y papel que no sea reducida a ceniza, a polvo de ceniza, a minúsculas partículas de polvo de ceniza. Y tan concentrada está en esta labor que tiene todo su pensamiento puesto en otra parte, justo en la última frase que acaba de leer: «Su afecto como el chal que nos envuelve»

Sonríe. No ha llegado al final del libro y no sabe cuándo llegará el frío. Pero ha llegado al final de un capítulo y ha encontrado la mayor de las pistas para saber cuándo hará calor: su amor como un velo envolviéndole el cuerpo.

pensado por ana at 9:50 p. m.

3 Comments:

jo con lo agustito que estaba leyendo y se acaba .. bueno me tomare un cafe..

26 octubre, 2006 22:57  

ains... me voy a mimir con este buen sabor de boca... besitos guapa!

27 octubre, 2006 01:56  

k libro es??? k intriga...

27 octubre, 2006 14:42  

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