ampharou

sábado, abril 14, 2007

Casualidades.


No suelo desayunar en esa cafetería. Primero, porque es la que está más alejada en la zona donde trabajo. Segundo, porque tienen un servicio horriblemente malo y tercero, porque es un espacio sin humo y, cuando desayuno sola, cosa que ocurre habitualmente, no concibo un café sin un libro y un cigarro.

Pero el otro día L. me convenció para ir. Cuando ya estábamos sentadas, cerca de la entrada, esperando –interminablemente- a que nos atendieran y enfrascadas en conversación y risas, vi aparecer una cara conocida. Era P., el chico por el que bebí los vientos en segundo de BUP. P., en ese curso de instituto, se sentaba delante de mí, salvo en clase de literatura, ya que en ella me pasé más de medio curso castigada ocupando una mesa que, durante esa hora, se situaba junto a la del profesor, aunque creo que el castigo provenía más de la mente enfermiza del profesor que de mi actitud díscola en esa asignatura.

P. no era ni el chico más guapo ni el más resultón del curso. Me gustaba, más que nada, porque era el único sensato en el caos de hormonas que son los quince años.

Después de aquel curso dejamos de ser compañeros. Él, por méritos propios, cogió la opción de ciencias. Yo por simple ineptitud hacia éstas y puro descarte, me fui por letras puras. Cuando dejamos el instituto nos perdimos la pista y en todos estos años, y aunque parezca mentira en una ciudad tan pequeña como es Cádiz, nos hemos encontrado, por casualidad, a lo sumo dos o tres veces, ocasiones en las que nos hemos alegrado de vernos y nos hemos contado nuestras vidas en apenas cuatro frases.

El otro día no fue una excepción, aunque sí una absoluta coincidencia: él no trabaja por aquella zona, ni siquiera en esta ciudad, pero había hecho una pequeña escapada para desayunar con su mujer.

Ojos como platos al encontrarnos, dos besos y, a pesar de las pequeñas pinceladas intercambiadas de nuestros presentes, una rápida vuelta a los quince años.

Estás igual que siempre, una mentira que te alegra el día. Risas. No mientas, estoy más vieja.

No. Estás igual que entonces.

pensado por ana at 1:42 p. m.

4 Comments:

Pues si, la vida depara sorpresas, tal vez positivas, especialmente si, aunque las desees, no las esperas...
Saludos

www.mmori.blogspot.com

14 abril, 2007 19:29  

Es genial cuando por casualidad te encuentras con alguien a quien no esperabas ver. Me encantan esas coincidencias.

bsts

15 abril, 2007 23:03  

Me pasa como a Sacris, disfruto mucho saboreando esas pequeñas casualidades que te acercan a alguien.

besitos!

16 abril, 2007 07:27  

A mí lo que me pasa es que cuantas menos ganas tengo de ver a una persona más me encuentro con ella, y justo lo contrario con las personas a las que me encantaría volver a saludar, es como si desaparecieran del plano material cuando estoy a punto de cruzármelas.

En fin, seguro que el señor Murphy ya dijo algo al respecto.

Un beso!

16 abril, 2007 13:38  

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