ampharou
jueves, marzo 08, 2007
Juegos.
No era la niña más popular del colegio, ni siquiera de su clase. Aunque en casa era traviesa –un trasto, según su madre-, fuera se mostraba tímida y dócil. O eso parecía, a ojos de los extraños, su naturaleza observadora. Quizá por ello, sumado a que sus hermanas eran o demasiado mayor o demasiado pequeña como para entender sus juegos, casi siempre estaba sola. Eso, lejos de molestarla, casi le gustaba. Había hecho de su imaginación la mejor de las compañeras de juego, y la mayoría de las veces le bastaban unos trapos comprados en un baratillo para convertirse en princesa, un frigo sustituido por uno nuevo en espera a ser desalojado para tener una cueva llena de tesoros y una caja de botones para pasar la tarde inventándole historias a una familia que vivía en la máquina de coser.
Se había especializado en encontrar figuras ocultas en el dibujo de las cortinas o en las piedrecitas del terrazo del suelo de su casa, pero sin dudas, el juego con el que más disfrutaba, al que más se entregaba, era al de no existir.
Lo practicaba cada vez que la dejaban, las mañanas de los sábados porque sabía que su madre la dejaría estar un rato más en la cama, sin las prisas por llegar tarde al colegio; o las tardes que podía colarse en el salón, que estaba siempre cerrado y reservado a las visitas, mientras mamá cosía en la habitación contigua. Entonces se tendía, cómodamente, e intentaba imaginar cómo sería si no estuviera allí. Cerraba sus enormes ojos verdes y trataba casi de no respirar, pero siempre había algo, algún ruido, que terminaba interrumpiendo el juego.
Le gustaba probarlo, sobre todo, en las tardes de verano cuando ya apenas quedaba nadie en la playa. Entonces se quedaba flotando en el mar y la sensación rozaba la perfección de lo que debe ser no estar: se sentía ligera, el cabello ondeándole alrededor, suavemente mecida por la marea baja y los pocos sonidos que le llegaban estaban tan atenuados por el agua que eran casi imperceptibles.
Creció. Cambió de amigos, de casa, de aficiones. Todas menos esa. De vez en cuando se permitía el lujo de llenar la bañera (lujo de agua y de tiempo) y se quedaba largo rato sumergida en el agua caliente, casi a oscuras. O se dejaba estar en la cama cuando despertaba los fines de semana, inmóvil, procurando alejar cualquier pensamiento que pudiera entretenerla, centrándose sólo en apenas respirar, en apenas latir, en no sentir frío ni calor. Cada vez le parecía que estaba más cerca. Consiguió que no la perturbaran los ruidos y relajar de tal forma cada uno de sus músculos que era como si no le pertenecieran. Y cada vez le costaba más reaccionar y salir de aquel estado. Cada día que lo intentaba el juego se tornaba más perfecto.
Siempre fue una chica rara. Tan callada, solo observando. Un día lo dejó todo y se marchó, sin decir siquiera donde.
7 Comments:
La cantidad de gente que juega a ese juego, no creí que fuera tan popular :)
Me gustó mucho el relato, es genial.
1bsto :)
ES curioso, pero yo también me entretenía mucho tiempo imaginando caras, casas, etc. con las piedras del terrazo de casa de mis padres. Me hizo gracias recordarlo. Supongo que no seremos las únicas.
La imaginación es el más poderoso juguete...Ana que impacto los ojazos del gato al abrir tu blog, luego se cargaron los post...Bonita mirada felina para recibir las visitas...
Un beso y buen finde!!
¿Y el dia que nos falte la imaginación, que nos queda?
Pues que sea por muchos años.
k te va a í y no me va a desí na????
delante del WC había una figura de una vieja con pañuelo... k me acuerdo...
por cierto, no has dicho nada de Rocky... poresito...
Por lo que veo en los comentarios, es un juego al que jugamos muchos, o ¿Es que los blogeros somos unos frikis?
Y yo que creía que había inventado el juego :P
Lo de Rocky es casi inconfesable, jabelaida, si no, cómo llamas a un colchón de espuma que hacía de caballo?
A lo mejor es que para ser blogeros hay que echarle imaginación.
Besitos a tod@s.
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