ampharou

miércoles, febrero 21, 2007

Varietés.

Apoyada en la barra del bar se balanceaba al son de una tonada que ya solo ella podía oír. Los restos de un café negro y una copa de coñac eran su única compañía, ausente como estaba entre la multitud que a esa hora desayunaba.

Encendió un cigarrillo. Nunca le gustó fumar, pero había conservado la malsana costumbre de otros años y otras barras, cuando encender un cigarro suponía romper reglas y parecer más libre, aunque para algunos, también, ser un poco más mala. Quizá por eso fumaba así, sin aprehender siquiera el humo, manchando apenas de carmín rojo pasión la boquilla en unos besos a algo demasiado volátil, demasiado efímero, entornando unos ojos de mirada velada que lo único que conservaban de su pasado era un maquillaje que ahora se desmoronaba por entre las arrugas que los surcaban.

Apagó la colilla con la rabia distraída, se acomodó el abrigo subiéndose el cuello de una piel tan de mentira como ella y pagó dejando el dinero en la barra. Con su voz de antigua vicetiple aniquilada por los excesos, se despidió del único público que le quedaba.

Y salió con paso cansado, arrastrando tras de sí a la niña que un día quiso ser artista.

pensado por ana at 10:32 p. m.

4 Comments:

Pues si, los años no pasan en balde y para algunos muy mal. Y si lo cuentan pocos lo escucharán y se repetirá la historia.

22 febrero, 2007 12:45  

Esta es la historia de un náufrago..
"...subiéndose el cuello de una piel tan de mentira como ella ..."
Enmárcala, joía.

22 febrero, 2007 20:46  

¿Porque nos gustaran tanto las historías de perdedores? Quizás porque nos consolamos pensando que hay gente que lo pasa peor que nosotros ¿no?

24 febrero, 2007 19:06  

Muy bueno. Enhorabuena.

Se me ha venido a la cabeza el bar nebraska... cosas de la niñez.

25 febrero, 2007 21:30  

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