ampharou

sábado, julio 08, 2006

La tabla del nueve.


Normalmente el despertador tenía que desgañitarse a la hora convenida antes de que ella tuviera siquiera consciencia del día que era, pero aquella mañana, tan temprano aún que el sol todavía no tenía fuerzas para colarse a través de las persianas, abrió los ojos como los abriría alguien que ya no tiene nada más que dormir y se deslizó fuera de la cama.

Descalza y desnuda fue recorriendo el pasillo de la casa vagón. Aquella había sido su casa desde siempre. Allí había nacido y allí había sido niña. Luego, pasados muchos años, a ella había vuelto. Allí había nacido y allí estaba siendo niña ahora su propia hija.

En esa casa había sido feliz, en su infancia y tras su regreso, salvo en el transcurso de una o dos decepciones que no superaron su particular prueba del nueve. En eso era categórica: tenía que ser capaz de imaginarse envejeciendo al lado de alguien para permitirle permanecer a su lado por más tiempo del que concedía al mero capricho. Y hasta ahora sólo había sido capaz de entreverse como una viejecita alocada y feliz, pero sola.

La casa vagón había cambiado. Aunque podía percibir casi el mismo aire que respiraba de pequeña cuando jugaba de puntillas con los rayos de sol, mantenía sólo en parte su estructura original. Habían mudado los colores, los muebles. Ahora había menos puertas y por supuesto ninguna estaba cerrada. Había ido cambiando esa casa a través de los años, haciéndola más suya, acomodándola, al fin y al cabo, a ella misma. Y más que cambiará, pensó mientras sonreía y pasaba levemente los dedos por aquellas estanterías atestadas de libros.

Apagó el cigarro, desanduvo sus pasos y volvió, sigilosa como una gata, al dormitorio. Allí estaba él. Seguía con el abrazo suspendido, como guardándole el espacio. Se acurrucó contra su cuerpo tibio. Por un momento, creyó ver cómo él le guiñaba, a pesar de que estaba sumido en un pacifico sueño. Cerró sus ojos también. Las cuentas le salían. Nueve por nueve por fin eran ochenta y uno.

pensado por ana at 9:48 p. m.

6 Comments:

Dicen que sólo las matemáticas y la lógica nunca mienten, pero es porque en realidad no hablan de la realidad, sino de sí mismas.
Bonito relato.

10 julio, 2006 08:02  

9x9=para siempre ;)

10 julio, 2006 09:03  

... placido relato

10 julio, 2006 10:28  

Que bien, tan fácil como aprender a multiplicar. Te copiaré la prueba del nueve. ¿habrá quien la pase?. Un nueve es un nueve, no un diez, digo yo.

10 julio, 2006 13:14  

Aunque sea un vagón, siempre he querido vivir en una casa con ruedas. Esa sensación de que todo el mundo es tuyo...te sugiero hacer un viaje en roulotte, ó al menos vivir una temporada.

10 julio, 2006 15:24  

que bonita queda la tabla del 9 pintada de esta manera... precioso!!
miles de besitos!!

11 julio, 2006 00:39  

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