ampharou

martes, marzo 14, 2006

Bomberos.


«Había en aquellos tiempos, en Madrid, muchos niños que querían ser bomberos. Fue una época pacífica y los niños heroicos no tenían otro sueño. Porque el bombero era el héroe mejor de todos los héroes, el que no tenía enemigos, el más bienhechor de los hombres. Los bomberos eran buenos y respetuosos, dentro de sus grandes mostachos, con sus uniformes de héroes cívicos, con sus yelmos como los griegos y los troyanos, pero ecuánimes y corteses, gordos y bondadosos. ¡Honra a los bomberos!

Desde otro punto de vista, eran los grandes amigos del fuego. Había que ver la alegría con que llegaban, el entusiasmo de su faena, el júbilo de sus coches rojos. Rompían con sus hachas mucho más de lo que había que romper. Hartos de su interminable quietud, les embriagaba la alarma, las llamas les enardecían y llegaban eufóricos al incendio. Ponían en marcha su mecanismo de pura actividad y de pura prisa. Vencían al fuego, tan sólo porque le demostraban una mayor actividad y una velocidad mayor. Y el fuego humillado, se retiraba a sus cavernas. Ellos conocían este secreto, el único eficaz contra las llamas. Ganaban al fuego en aquello en que más se tenía por grande: en movimiento y escenografía. Le humillaban. Todos los ojos se volvían hacia ellos; el fuego nadie lo miraba ya.

Corrían menos que una persona normal, pero corrían canónica y gimnásticamente; pecho afuera, puños al pecho, la cabeza alta, levantando mucho los pies del suelo y las rodillas hacia fuera y nunca tropezaban unos con otros. Por eso todo el mundo decía:

- ¡Qué bien corren!

Nunca sacaban a nadie por la puerta, aunque pudieran, siempre lo hacían por las ventanas y por los balcones, porque lo importante para vencer era la espectacularidad. Bombero hubo, que, en su celo, subió a la joven del primer piso, hasta el quinto, para salvarla desde allí.

En cada piso había siempre una joven. Todos los demás vecinos salían de la casa antes de llegar los bomberos. Pero las jóvenes tenían que quedarse para ser salvadas. Era la ofrenda sagrada que hacía el pueblo a sus héroes, porque no hay héroe sin dama. Cuando llegaba la hora del fuego, toda joven conocía su deber. Mientras los demás huían aprisa con los enseres, ellas se levantaban lentas y trágicas, dando tiempo a las llamas, quitaban de su rostro las pinturas y los afeites, soltaban las largas cabelleras, se desnudaban y se ponían el blanco camisón. Salían por fin, solemnes y magníficas, a gritar y bracear en los balcones.»

Alfanhuí, Rafael Sánchez Ferlosio.


pensado por ana at 8:23 p. m.

5 Comments:

Ese libro debería ser de lectura obligatoria en todos los colegios. Es tan bueno que lo puede leer un niño de 10 años y quedarse con la magia, hasta un viejo cascarrabias como yo, que encuentro la magia y aún no encuentro que no quiere desvelar Ferlosio en sus palabras. Tenía el amigo Rafael 25 años cuando lo escribió y demostró como siempre que tiene una escritura genial, y con una magia la cual nunca quiso volver a saber de ella.

14 marzo, 2006 20:33  

Libro mágico, libro de colores, sensaciones, sentimientos. Libro donde todo sucede, donde una veleta caza lagartos, una bandada de pájaros vegetales vive en un castaño multicolor y una marioneta baila por sí sola sobre las mesas de las posadas de Madrid.
Andanzas e industrias de Alfanhuí, el de los ojos amarillos como los alcaravanes.

16 marzo, 2006 11:33  

Sin ánimo de comparar, ya que son diferentes, muchos hablan del principito, el cual me encanta, pero este da un paso más allá. Su lectura naturalmente es más compleja, y te transporta a un mundo aún más mágico.

16 marzo, 2006 11:45  

A mí me ha recordado el libro que me prestó Mizerable hace un tiempo: Cuentos para perros, de Mihura. Es el mismo tipo de humor.

16 marzo, 2006 22:20  

ola!

bueno me gusto esta pag.. es mejor k ongan mas kosaass

xaoo

11 octubre, 2006 01:06  

Publicar un comentario

<< Home

!-- Begin Webstats4U code -->