ampharou
viernes, julio 21, 2006
De gatos, autobuses y otras historias.
Wey es mi gato tabby gris, aunque sería más acertado decir que yo soy su humana caucásica morena. El caso es que, de mi vuelta de Madrid, me lo encontré enfermito. Desarreglos intestinales, podríamos decir, que me han tenido toda la semana visitando al veterinario.
Para la primera visita cogí al pobre animalillo, que estaba decaído y apenas se movía, y lo metí en su jaula de transporte. La clínica me queda un poco alejada, pero con una parada de autobús justo enfrente de casa y otra muy cerca del veterinario, no había mayor problema. Y no, no lo había hasta que el conductor me vio con la jaula. No me dejó ni poner un pie dentro. En los transportes públicos no están permitidos los animales. Aunque vayan en jaulas. De nada sirvieron ni las protestas, ni las comparaciones con otros lugares. Él se mantenía en sus trece, en sus catorce y en sus quince y el autobús se fue sin mí y sin mi gato. Mientras cogía un taxi tuve recuerdos muy amables para la madre de aquel conductor y para la del santo varón que había redactado las normas del Tranvía de Cádiz a San Fernando y
Aún me duró un par de días el berrinche, en los que anduve taxi para arriba y para abajo con el pobre gato y en los que estuve madurando la idea de poner una reclamación, cursar una queja o patalear en la garita que tiene la empresa de autobuses en
Tres de la tarde, salgo de la oficina con dos cafés desde la cena de anoche. Calor, mucho calor y hambre, mucha hambre, así que decido coger el autobús aprovechando que la estampida de los viernes se da a las dos y media y, por lo tanto, el tráfico ya se ha vuelto fluido. Entro, paso el bonobús, las puertas se cierran tras de mí. ¿Qué es esto? ¿Qué es ese olor? Sí, es inconfundible. Una rápida mirada para comprobar que no me falta razón: los rostros desencajados de los viajeros, intentando tragar el exceso de salivación como vulgares perros de Paulov, y allí, ajeno a lo que está provocando a su alrededor, el turista con pinta de turista llevando, inocentemente, su bolsa del freidor con su cartucho de cazón en adobo dentro.
Eso sí que es falta de civismo.
8 Comments:
jajajajajaj. Haberle dicho que no es un GATO realmente.
Pobrecillo Wey, espero que haya mejorado.
Olorcitos como esos a las 3 de la tarde se deberían prohibir. Hieren enormemente la sensibiliada de cualquiera.
Ya sabes lo q hay q hacer para la proxima: meter al gato en una olla, ponerte chancletas y gorrito calado hasta las cejas, camara de fotos al cuello y... algo de comidita para que apeste y así nadie se percate de q llevas un gato :P
Besitos y paciencia
O puedes hacerte autobusera.
En Viena podías subir al transporte público hasta con un San Bernardo mientras no ocupase asiento.
¿No puedes caminar dos paradas de autobús?
Pues con lo monisima que se te ve en la foto de la quedada, con toa la caja dientes desplegá; no te veo yo de seria...Vamos que yo taxista no te cojo. Al gato si.Pobre.
La próxima en vez de una jaula metelo en una mochila (algo abierta para que respire, claro) y pasa como si llevaras otra cosa... ah y que se recupere... ;)
0,5 las gatas tampoco cuelan... y los gatos mariquitas tampoco :P
Lunaria, esos olorcillos sólo deberían estar permitidos sentada en el freidor, con una cervecilla bien fría delante y un tremendísimo cartucho de cazón en adobo :)
Xy, okis. Pa la próxima, disfrazá de turista japonés con una olla de menudo...
Paco, me da a mí que sin carné lo de hacerme autobusera va a ser que no..
Ismo, un san bernardo asiento no sé, pero medio pasillo del autobús fijo que pilla.
Carlos, son más de dos paradas, cargando con el gato y la jaula y el calorín que hace estos días. Gracias por lo de la caja de dientes, mi madre dice que es un baúl ;)
3nity, lo de la mochila lo había contemplao mi niña (ya decíamos que lo que ellos no consigan...) pero no me fiaba mucho de que el gato se asustara y saliera corriendo avenida arriba..
PD.: el gato ya está bien. Bola de pelo, como el gato de Shrek. Por vuestro bien, omito los detalles :S
Publicar un comentario
<< Home