ampharou

miércoles, septiembre 27, 2006

Lecciones.

El vencejo es un ave insectívora. Es lo que recuerdo como primera lección que tuve que estudiar en algún mes de invierno de mis seis o siete años. Atrás había quedado el sapo y la jirafa que me habían enseñado los secretos de la ‘ese’ y la ‘jota’ respectivamente. Esto era ya estudiar en serio. Pero ahora sólo soy capaz de recordar esa frase. Y el dibujo que acompañaba al texto, apenas tres o cuatro líneas, un pájaro pardusco que daba de comer a un pollito. Lo que sí recuerdo perfectamente es la luz del cuarto de coser donde leía el pequeño párrafo intentando introducirlo en mi mente mientras mi madre se afanaba en la Alfa. El libro de naturales. Cuando mi padre comprobó que sabía recitar sin ni siquiera tartamudear aquellas cuatro frases, cerró el libro y me contó todo lo que éste no decía: que el vencejo es un ave insectívora, sí, pero que para comer vuela con la boca abierta y se alimenta de lo que va encontrando. Y que se alimenta así, en pleno vuelo, porque los vencejos nunca toman tierra. Si uno de ellos cayera al suelo, no sería capaz por sus propios medios de volver a alzar el vuelo. Así me tuvo un rato, fascinada con las costumbres de aquel pajarillo condenado a volar sin descanso, que grita como los locos en los atardeceres de la primavera y el verano.

Por aquellos entonces también se me quedó atravesada la tabla del siete como una espina en la garganta de un gato. Tan fácil la del dos, tan redonda la del cinco y tan endemoniadamente complicado ese siete. La escribía y la rescribía, mas cuando intentaba hacerlo de memoria, ésta jugaba al escondite conmigo y solo me dejaba una maraña de cuarenta y nueves, veintiochos y sesenta y tres que yo no era capaz de poner en el sitio correcto. Así que por unos días, mis saludos y mis buenas noches en casa se trocaron por temidos ¿siete por nueve? o ¿siete por tres? que debía responder sin pestañear. Así, con la perseverancia de mis padres y con el viejo apaño de darle la vuelta a la pregunta, mi familia consiguió que repitiese, de corrido, la dichosa tabla.

Luego llegaron muchas lecciones más. Mis padres primero, hasta donde sus propias letras llegaron, mi hermana mayor después son los protagonistas de los recuerdos de mis años de colegio. Todos ellos se agolparon en la tarde de ayer: otro cuarto de coser, telas por medio, las tornas que se vuelven y ahora soy yo la que le explica los secretos de la multiplicación con decimales a mi madre, que no termina de entenderse con su nuevo profesor de matemáticas. Pero es ella la que más sigue enseñando, de la que yo intento aprender. No de costura, que ahí ya me dio por imposible hace tiempo. Lecciones de cariño, de la que es auténtica maestra.


pensado por ana at 5:14 p. m.

12 Comments:

Recuerdo un caso parecido que me ocurrió pero que en vez de multiplicaciones lo que trataban de enseñarme era saber decir la hora. Como no había forma de que la menos cuarto o la y veinte me entrara en la cabeza, me compraron un cuento que tenía en la portada un reloj con las manecillas movibles. Recuerdo pasarme horas enteras con él. Le tomé tanto cariño que aún lo conservo.

28 septiembre, 2006 00:20  

Cariño el que tú nos das con estos textos. Porque como dice Jorge, "Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da".

28 septiembre, 2006 08:08  

Me alegro de haber tenido esa misma maestra, de la que podemos sentirnos muy orgullosas de habernos dado esos valores a los que te refieres.

28 septiembre, 2006 09:49  

tU MADRE ES YA LA MADRE DE TODOS Y POR UN MOMENTO LA HE VISTO REFLEJADA EN LA LUZ DE ESA HABITACIÓN CON LA COSTURA EN LA MANO Y LA PACIENCIA COLGADA DEL COSTURERO.BESOS A TODAS LAS MADRES POR ESO, POR SER MADRES PA SIEMPRE.

28 septiembre, 2006 11:23  

Os habéis confabulado hoy todos para conseguir que llore. Pues lo estáis empezando a conseguir...

En realidad no sois vosotros, sino mi estado de ánimo, que hoy debe estar fatal. Me hacéis mucha compañía con estos posts que me hieren, a veces de azúcar, a veces de sal.

Me has hecho volver al pasado, y es agradable.

28 septiembre, 2006 13:53  

jo que bonito .. seguro que ese sentimiento infantil y esos recuerdos te vuelven cuando haces lo mismo con tu pequeña

28 septiembre, 2006 19:18  

volar sin parar!!

fuff!

me subí en el vagón del tiempo, mi madre también tenía esa máquina de coser

28 septiembre, 2006 19:20  

Las madres, efectivamente son las mejores maestras porque enseñan cosas que nadie hace.Un besote.

28 septiembre, 2006 22:50  

Pos estás mu bién enseñá, porque nos das lo mismo que te dió Ella.
Pero tienes pendiente lo de la costura, que conste.
Lo de escribir tan bién ¿de donde lo sacaste?

28 septiembre, 2006 23:31  

Un buen homenaje a tus padres, esos seres que siempre estarán enseñandonos a pesar de que, muchas veces, no se den ni cuenta.

Me gustó mucho, como siempre consigues con tus letras.

Muakk

29 septiembre, 2006 09:20  

a mi también me preguntaban las lecciones cuando niño! Me gustó tu relato.

1bst

30 septiembre, 2006 12:13  

Mi madre también tenía una Alfa en el cuarto de estudio, de pedal. Recuerdo también repasar la tabla de multiplicar mientras miraba absorto como giraba la rueda.

Mi madre hace unos pocos años se volvió a sacar el graduado escolar, por gusto, por repasar. Y los decimales no le fallaron, le falló el inglés, pero que arte tenía .... aún así, tuvo su notable. ¿Como no sentirse orgulloso?. De una madre nuna se deja de aprender cosas y no sólo cariño, hay mucho más.

Besines sin decimales.

05 octubre, 2006 16:18  

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