ampharou
jueves, junio 30, 2005
Rayuela.
Cada verano, invariablemente, devoro libros. Si en invierno los estudio, en verano los devoro con fruición. Y cada verano lo comienzo haciéndole la preceptiva visita a la familia Buendía. Todos los años... menos éste, que he cambiado Macondo por el París de Rayuela. Es mi segunda lectura, la de los capítulos salteados, y espero que me deleite tanto como la primera, la de los capítulos ordenados...
La primera vez llegué a Rayuela oyendo una grabación, en un programa de radio, del propio Cortázar declamando, con su puro verso argentino, su capítulo 7. Me enamoré irremediablemente de aquellas palabras, como me enamoré del resto del libro a medida que lo iba leyendo. Así que estaré unos días agradablemente acompañada, a donde quiera que vaya, de una edición barata, de pastas negras roídas en un descuido por uno de mis gatos, robando horas de sueño, aprovechando la espera del autobús, desayunando sola por el simple placer de hacerlo leyendo, deseando terminarlo sólo por tener la oportunidad de volver a empezarlo.
viernes, junio 24, 2005
Paradoja.
jueves, junio 23, 2005
Luna.
"La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía
Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que lo sepa nadie
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir.
Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas."
Jaime Sabines.
martes, junio 21, 2005
Awakenings.
Entreabro los ojos y veo la tenue luz del amanecer en la habitación. De repente, recuerdo que es domingo. Nunca me despierto tan temprano los domingos. Claro que pocos domingos me despierto con un beso en la espalda. Al beso sigue un abrazo. Intentando no zafarme, me doy la vuelta lentamente, me quito el pelo revuelto de la cara y allí está él, en ese momento tan gustoso en el que no estás dormido ni despierto. Susurro un buenos días al que él responde con otro beso. Qué bien sabe ese primer beso entre las sábanas! Juega a no querer abrir los ojos y a mí todavía me cuesta abrir los míos, pero los dedos sí están despiertos y se van deslizando componiendo nuestras caricias secretas: tentando cada parte de mi cuerpo, como si lo fuese fotografiando a trozos, haciendo un collage. Amoldando mis manos, mis dedos, a cada parte del suyo, comprobando que quepo en cualquier sitio, que cualquier hueco es perfecto para mí. Todo ello con la parsimonia que requiere la hora y el tener todo el tiempo del mundo. Poco a poco se van despertando el resto de los sentidos: el abrazo más estrecho, el sabor del sueño en la saliva compartida, un roce en los labios, la mirada del cíclope, buscarnos las cosquillas de forma tan descuidada, el jardín de las delicias. Alguien tendría que hacer café.... dentro de un rato.
sábado, junio 18, 2005
Pereza.
De todas las cosas buenas que tiene un fin de semana, la mejor, sin lugar a dudas, es el no tener prisa por levantarme. No me refiero a no tener que madrugar, que también, sino al placer de remolonear en la cama mientras el despertador duerme el sueño de los justos y guarda sus estridentes energías hasta el lunes. Entreabrir los ojos cuando ya la luz inunda la habitación y sólo cuando el cuerpo considera que son suficientes las horas de sueño. Hacer que esos cinco minutos más que me voy robando durante la semana se conviertan en diez, o quince, una hora, saboreando el sueño pegado todavía a los labios. Estirar brazos, piernas, arquear la espalda como un gato al sol, volver a acurrucarme sólo para poder volver a desperezarme... Sólo hay algo mejor que este momento: este momento en buena compañía. Pero de eso hablaré otro día...
viernes, junio 17, 2005
Cortejosa Jazz Band.
Anoche tuve la inmensa suerte de ir a un magnífico concierto de jazz. Digo la inmensa suerte porque no es otra cosa enterarse de los escasos acontecimientos culturales que se programan durante el año, con la mísera publicidad que le dan. Y digo magnífico porque lo fue, disfrutar de los genios que da esta bendita tierra, cinco de ellos juntos, en el entorno improvisado de la plazuela más bonita de esta ciudad, rodeada de naranjos y anclada en un pasado que le daba el toque bohemio que la música requería. Una gustosa noche de verano llena de lujos como fueron la música, el escenario y esa brisilla cálida que invitaba a la despreocupación...
El jueves que viene, más.
domingo, junio 12, 2005
Nobleza obliga...
... y si escribir se había convertido últimamente en el relato de mis desdichas y mis tristezas, es de ley hacerle sitio también a las buenas cosas cuando ocurren. Y a las muy buenas, más. Muchas gracias.
viernes, junio 10, 2005
Fin de año.
viernes, junio 03, 2005
Ser padre.
Mi adolescencia es un periodo oscuro en mi vida. Yo contra el mundo y todos contra mí. Casi no recuerdo nada de ella, sólo algunas malas situaciones. Es increíble que pueda revivir momentos de mi infancia y no sea capaz de traer imágenes de cuando era adolescente. Creo que ahí comenzó mi infortunio. Creo que en ese momento empecé a estar presente en el mundo, aunque no consiga recordarlo. Hasta entonces debí ser más un querubín en el limbo que otra cosa. Por eso sonrío para mis adentros cuando oigo a alguien decir que está preparado para ser padre. ¿Se sabe realmente lo que se viene encima al tomar esa decisión? En mi caso, ser madre es un todo de cariño y un mucho de intuición, pero, si no pude entender mi propia adolescencia, ¿cómo voy a poder ayudar a mi hija? Que conste que ser su madre es lo mejor que me ha podido suceder, pero hay cosas que me superan. Y esas cosas se van sucediendo cada vez con más rapidez, con la conciencia, además, de que lo peor está aún por llegar. Espero que logremos salir victoriosas las dos de la experiencia. Como decía aquél, sólo hay una cosa peor que la edad del pavo: la edad del pavo de tus hijos.