ampharou
miércoles, agosto 31, 2005
Anuncio por palabras.

Se requiere experiencia.
Se valorará máster en abrazos y risas.
Absténganse depresivos y portadores de malos rollos.
Razón, aquí.
martes, agosto 30, 2005
Caos.
Y no sé qué decir.
lunes, agosto 29, 2005
Recuerdos.

Carpetas y carpetas de apuntes que no sé por qué guardo todavía. Libros de estudio, libros de consulta, libros con los que pasar mil tardes de verano y que no tienen que ser necesariamente los mismos que los anteriores. Entre las páginas de algunos de ellos, notas olvidadas, caras que saludan desde viejas fotografías, cartas que nunca llegaron a su destino...
Una caja con mil escritos, dos plumas verdes, el papel de un regalo, el plano de una ciudad, un billete de autobús, el corcho de una botella...
Mis dibujos. Trazos de las caras de las que no puedo prescindir: mi hija, con su lago de inocencia en la mirada. Mi mejor amigo, amor que no pudo ser. Los ojos que más me conocen, que más me seducen, que más me inquietan...
Todo vuelve cuidadosamente a su sitio... quizá otro día sí me decida a hacer limpieza.
sábado, agosto 27, 2005
Rosas.

Hoy me he cruzado con una chica que llevaba entre sus brazos un hermoso ramo de rosas. Y de pronto he recordado cuánto tiempo hace que nadie me regala flores. Sí, sé que puede parecer una ñoñería, y que no todas las flores se regalan con la misma intención con que se reciben, pero sigue siendo un gesto que me parece de lo más tierno. De hecho, los pétalos de la mayoría de las flores que me han regalado siguen habitando mi casa, repartidos por lindos tarros que adornan mis estanterías. Flores que sí significaron algo, como aquellas tres docenas de rosas que me regaló un chico al que no supe querer y que me hicieron parecer la fallera mayor el día de la patrona hasta que llegué a mi casa (cómo le expliqué a mi madre la presencia de esas rosas color sangre es algo que debería contar otro día). Las que celebraron el nacimiento de mi hija, las que me ha ido regalando ella misma después... Rosas de dolor, aquel ramo amarillo adornado con canela que pretendía arreglar lo que ya no tenía remedio. El último, unas amapolas tempranas que me regalé yo misma...
Ya nadie regala flores.
viernes, agosto 26, 2005
Territorios.

Tengo un amigo que dice de mí que soy un koala. La primera vez que lo hizo, superada la sorpresa inicial y tras recordar que estaba perfectamente depilada, le pregunté a qué se refería. ‘Los koalas jamás abandonan su territorio’. Sonreí. Definitivamente, soy un koala.
jueves, agosto 25, 2005
Horas (y II)

Cuídate. Vuelve pronto.
Eran las 13.31.
miércoles, agosto 24, 2005
La Guapa.

Hay en Cádiz una maravilla de churrería, la de “La Guapa”. Cuando era chica, las tardes que mi madre nos invitaba a merendar después de visitar a mi abuela, le daba a mi hermana mayor unas monedas y la comanda de cuánto tenía que comprar, y nos dejaba en la cola de la churrería mientras ella se iba a “El Moderno” a coger sitio... Recuerdo aquella espera, mientras nos íbamos acercando al cristal que nos separaba de la báscula donde La Guapa pesaba los churros... contaba una y mil veces, cada vez que alguien se separaba del puesto con un cucurucho (un ‘papelón’ se llama aquí) de papel de estraza, cuánto nos quedaba para llegar a esa dulce meta. Cuando conseguía pegar la nariz al cristal, aún antes de que el churrero, ¡mágico oficio!, sacara la rueda de masa frita del aceite hirviendo, La Guapa preparaba el papel, preguntaba cuánto querías y cobraba... no había que perder tiempo. La espera la aliviaba ofreciéndole al niño que ocupaba el primer lugar en la cola uno de los recortes de churro que le quedaban en el mostrador. Cuidao que va, tris, tris, tris... ea, ahí lo lleva! Corriendo antes de que se enfriaran, íbamos a buscar el chocolate que mi madre ya tenía pedido en la cafetería.
Entonces llegaba lo mejor de todo: pillar la primera los churros de masa que la guapa siempre colaba de propina!
Ahora que mi dieta me aconseja unas meriendas un poco más frugales que un chocolate con churros, sigue apareciendo esta imagen en mi mente. Suele suceder en verano, época en la que leo todo lo que un invierno demasiado ocupado no me permite. Pero pasa que algunas veces obtengo de esos libros que he ansiado devorar durante mi hibernación una sensación totalmente contraria a la que sentía de pie delante del puesto de La Guapa: autores de renombre, a los que precede su fama, tejen relatos que hacen que nos relamamos de gusto presagiando un final de lo más apetecible para, a cinco páginas del final, despacharnos con dos churros de masa. Sólo una diferencia con La Guapa: los suyos nos dejaban el sabor más dulce y, además, no estaban incluidos en el precio.
martes, agosto 23, 2005
Espejos.

Hay gente que colecciona las cosas más extrañas. Germán Coppini, sin ir más lejos, coleccionaba moscas. Y ese afán por reunir objetos alcanza su máxima expresión en cuanto llega el mes de septiembre y toda su avalancha de fascículos con las cosas más impredecibles. Yo lo tengo un poco más fácil. Yo colecciono reflejos. Pero no cualquier reflejo. Sólo el mío. Eso sí, los atesoro todos ellos e independientemente de donde se produzcan: desde un espejo hasta el bruñido bronce de un pasamanos. Pero no creáis que hago esta colección por vanidad. Si busco mi reflejo no es para comprobar que mi aspecto es impecable. Ni siquiera me ordeno el pelo o me estiro la chaqueta cuando me miro de soslayo en un escaparate. No retoco mi maquillaje en el reverso de una cucharilla ni me guiño aprobándome en el retrovisor del taxi que me lleva a casa. Tan solo acuño esas imágenes para asegurarme de que, pese a todo, sigo ahí.
lunes, agosto 22, 2005
Horas.

La última vez que miré el reloj fue cuando llamó para decir que ya estaba casi en casa. Su llegada me cogió con una totalmente cuidada forma de estar a medio vestir. Besos en la puerta, abrazo largo, no te quedes ahí, ven a sentarte y cuéntame. Charlamos hasta que se hizo de noche detrás de la ventana. El cambio de luz y la música nos llevó de la palabra a los besos, de los besos a las caricias. En estos tiempos ya nadie se escandaliza. Mis vecinos tampoco. ¿Quién podría hacerlo al ver dos cuerpos desnudos y sudorosos bailando en la oscuridad?
domingo, agosto 21, 2005
Rituales.

jueves, agosto 18, 2005
Nightmare

Subo una escalera que gira hacia la izquierda. Es un edificio viejo y no hay ninguna luz en esa escalera, pero puedo ver el color verde en algún sitio. Tengo prisa por llegar arriba, subo los escalones de dos en dos apoyándome en un pasamanos de hierro. Quizá esté pintado de verde. Se parece mucho a la escalera de la casa de mi abuela. De pronto una figura pequeña aparece bajando. Grito. Sé que es un niño desnudo y no debe medir más de medio metro, pero lo que en verdad veo no es más que una sombra que se queda parada delante de mí. Adelanto un golpe, me despierto de un sobresalto, acabo de atrapar a Wey con las piernas haciéndole un ovillo con la sábana. Se zafa y huye. Yo me tranquilizo y me duermo. Pero ya no es lo mismo.
lunes, agosto 15, 2005
Fin de fiesta.
jueves, agosto 11, 2005
La casa por la ventana.
Nadie en la cafetería hizo ningún comentario, todos atentos a cada ida y venida, pero seguro que cada uno de nosotros hizo conjeturas sobre el qué lleva a alguien a deshacerse de esas cosas, tantas por otra parte, de esa forma. Confieso que también me abstraje en la idea de ser yo la persona que hacía esa mudanza hacia la nada, y el motivo que más me seducía era el de convertir mi casa en un tonel de Diógenes totalmente diáfano como la forma más extrema del desapego, como la forma más completa de renacimiento... Lástima que no se puedan tirar en una cuba todos los tiestos rotos que pueblan alguna que otra cabeza...