ampharou
martes, noviembre 29, 2005
Abuela Ana.

Volvió a casarse, esta vez con un marino gallego y menudo que, entre marea y marea, le dio cuatro hijos más. La última, mi madre, cuando ya tenía cumplidos los cuarenta y dos.
Por esa extraña razón por la que en las familias se omiten o se tratan como tabú ciertas historias, poco más sé de ella hasta que empecé a conocerla por mí misma, ya anciana y casi ciega, pero conservando el carácter que le había hecho sobrevivir a ella y a sus hijos.
Tengo varias fotografías suyas. La que más me gusta, una fotografía amarillenta en la que aparece con su primer hijo todavía pequeño y las hijas del primer marido. Apenas tendría dieciocho años, pero su rostro refleja haber vivido más de mil. En otra de ellas aparece con mi abuelo y mi madre todavía niña, una niña de la postguerra. No debía tener en esa foto ni cincuenta años, y sin embargo nadie le echaría menos de sesenta. Pero a la que más cariño le tengo es una en la que yo aparezco con ella, en la azotea de su casa, que era el palacio de mi niñez. Yo, una niña. Ella, ya viejita, con su eterno hábito carmelita desde que quedara viuda por segunda vez y su pelo de un blanco insultante recogido impecablemente en un rodete.
Lo que más recuerdo de ella, el olor a jabón y esos besos que me dejaban doloridos los cachetes durante un buen rato.
Dicen que además de con su nombre, me quedé con su genio. Ojalá fuera cierto.
sábado, noviembre 26, 2005
Lluvia.

El viento también se hace un hueco y deja oír su lamento de penitente.
Me miras, te miro.
No cabe nada de lo que sucede fuera entre los dos, cobijados en esta penumbra, en este reposo, en esta pausa de volver a amarnos.
Estiro mi cuerpo por apretarlo contra el tuyo.
Tú me recibes, cálida la piel, renovado el deseo.
Me ciño a ti, te rodeo, te envuelvo.
Te miro, me miras.
Nos encontramos.
Nos perdemos.
viernes, noviembre 25, 2005
Nº 5

«Marilyn Monroe, en una visita a Japón, confesó a un periodista que para dormir sólo se ponía unas gotas de Chanel Nº 5. La actriz más glamourosa del mundo y uno de los iconos más universales del cine, se rendía a los encantos de ese mágico número cinco.
Al mismo tiempo, los soldados americanos hacían cola en las tiendas de la firma para conseguir el perfume que, por aquella época, esperaban recibir sus prometidas.
En 1921, el perfumista Ernest Beaux propuso a Gabrielle "Coco" Chanel dos series de fragancias en frascos numerados. Mademoiselle Chanel le había pedido que creara “un perfume de mujer con olor a mujer”. Probadas todas las muestras, Chanel eligió la número cinco.
Se dice que Beaux encontró la inspiración olfativa de este perfume hacia 1920, durante el regreso de una campaña militar en la que tuvo que atravesar el Círculo Polar. Era la época del sol de medianoche y el perfumista intentó capturar el frescor que desprenden los ríos y los lagos durante aquellas fechas.
Al principio, el perfume fue distribuido entre las amigas de Coco Chanel y las mejores clientas de su famosa boutique de alta costura. Era, simplemente, un “pequeño regalo que no tenía intención de comercializar”.»
¿Qué te pones tú para dormir?.
miércoles, noviembre 23, 2005
Letra y música.

A: Antonio Vega
B: Franco Batiatto
C: Charlie Parker
CH: Chano Domínguez
D: Miles Davis
E: Eleftheria Arvanitaki
F: Fito Páez
G: George Gershwin
H: Harry Connick Jr.
I: Incubus ?
J: Jamiroquai
K: Kepa Junkera
L: Louis Armstromg
M: Pat Metheny
N: Natasha Atlas
Ñ: Las Niñas ?
O: Omar Faruk Tekbilek
P: Prince
Q: Masha Qrella
R: Radio Futura
S: Stephane Grappelli
T: Radio Tarifa
U: U2
V: Caetano Veloso
W:Tom Waits
X: Jorge Drexler
Y: David Byrne
Z: Astor Piazzolla
La tarea de seguir con la lista, para Mizerable (por comprobar si es capaz de ponerse de acuerdo con Picajoso y Arisco), a Nimue (para que siga deleitándonos con la música) y a Miada (lo de la curiosidad malsana parece ser contagioso).
lunes, noviembre 21, 2005
Una historia.

Margarita era la chica más alegre de todo el edificio de oficinas. No era demasiado guapa, pero su risa hacía temblar hasta la última de aquellas paredes grises. Cuando en la primera planta oían sus pisadas por la escalera, sabían que además de un expediente para fotocopiar, traía risas para todos.
Margarita era así. Iba repartiendo alegría por donde pasaba. No tenía motivos para ello, a sus casi cuarenta, con un marido que la había abandonado y una hija adolescente a la que éste había repudiado, sobreviviendo más que viviendo con un mísero sueldo.
Margarita, en esa oficina, encontró a su confidente, a aquél a quien no podía engañar, a aquél con el que se podía permitir el lujo de llorar. Margarita también encontró a su amor en aquél en el que tanto había desahogado.
Y por fin Margarita fue feliz, porque por una vez fue correspondida en algo, por una vez el final de su túnel tenía luz. Él lo dejó todo por ella y ambos rompieron con los que malinterpretaban ese amor recién nacido, se tenían el uno al otro y no necesitaban más. Y Margarita sonrió de verdad, y fue como una quinceañera, y todas sus ilusiones empezaron a cumplirse.
Pero, como en aquella canción, los ángeles del cielo debieron tomarle envidia, y enviaron una última prueba llena de sufrimiento. Fue un romance tan intenso como corto. Él le pidió matrimonio. Ella vio su sueño cumplido de tener en su anular derecho el anillo del hombre que la amaba.
Margarita falleció quince días después de su boda. Los que la conocieron decían que nunca habían visto tan feliz a aquella chica que siempre sonreía.
viernes, noviembre 18, 2005
Aquellos años.

Los recuerdos de mi infancia los tengo casi todos guardados en el archivo del verano de mis cuatro años. Por aquel entonces todavía no había pisado el colegio, me encontraba un tanto asilvestrada y vivía prácticamente enredada en las piernas de mi madre. No quiero decir que fuera una niña mimada (en mi casa nunca fueron pródigos en mimos. Quizá por eso ahora los vaya derrochando y anhelando). Hablo literalmente: mi madre era modista, y esas tardes las pasaba cosiendo en su máquina. Y su máquina era mi mundo. Olía a aceite y al cuero de la correa que movía la rueda, pero a falta de una casa de muñecas, el mueble de aquella
Así pasé aquel verano, así al menos lo recuerdo. Metida bajo la silla de mi madre, hipnotizada por el vaivén del pedal y oyendo las novelas en la radio. Comiendo pan con chocolate. Jugando alguna vez a pisar los rayos de sol que se colaban entre las cortinas.
Totalmente ajena a lo que no fuera mi mundo.
Feliz.
jueves, noviembre 17, 2005
Clases de anatomia: pies.

Preferiblemente descalzos, casi siempre descalzos. Cuando no es posible o cuando las inclemencias del tiempo lo impiden, sandalias con las tiras justas y necesarias para abrazarse a ellos, zapatos de todos los colores, tacones imposibles.
Su único vicio reconocido, hundirse en la arena húmeda en las noches de verano.
Pisando fuerte.
miércoles, noviembre 16, 2005
Buenas noches.

Acabo de ducharme, la piel todavía me desprende calor y el pelo me chorrea por la espalda, pero el cambio de temperatura entre el baño y esta habitación hace que intente buscar un poco de calor en el cuello del pijama. Huele a Jhonnsons extra hidratante mezclado con mimosín. Estaba cansada, así que he pasado un rato más de la cuenta debajo del agua a punto de ebullición, tan sólo dejando que me resbalara por el cuerpo. Resultado: relajación, lasitud en los músculos y unos dedos arrugados que resbalan por el teclado.
Me siento aquí delante. Lo primero, elegir la música que acompañará los últimos momentos del día. Hoy toca una voz sugerente que va rasgando este silencio. Volumen bajo, no sea que los vecinos puedan tener queja de mí. Reviso los correos rezagados, busco la complicidad de los trasnochadores (no, hoy no me falta ninguno) y paseo como un sereno buscando lo último que han dicho mis ¿desconocidos? compadres.
Quizá en parte sea ésta la causa de mi glorioso insomnio, pero no renunciaría a estos minutos ni por un par de horas más de sueño.
Se va haciendo tarde. Si no fuera por la condena de las siete de la mañana y la obligación de permanecer medio despierta durante el día, seguiría un rato más. Aprovecho que los ojos me empiezan a pesar.
Buenas noches. Buenos días.
martes, noviembre 15, 2005
Tormenta.
lunes, noviembre 14, 2005
Invierno.

El invierno nos trae el agua. La calle se vuelve gris, húmeda. La gente no se mira, apertrechada en los escudos de sus paraguas, pero espera los luminosos días de diciembre para levantar los rostros al sol y que él los caliente con las menguadas fuerzas que le deja la ausencia del verano.
Hasta el mar está enojado. Cambió su placidez por olas que martirizan la orilla, arrastrando hasta ella todo lo que va encontrando a su paso.
Todo se torna de colores pardos. Se acabó la fiesta y la ciudad es más ciudad que nunca.
¿Por qué será, sin embargo, que yo me siento tan bien?
sábado, noviembre 12, 2005
Hombre y mujer.
viernes, noviembre 11, 2005
Pregunta.

Por favor, señor... sería usted tan amable de indicarme, si no es mucha molestia, el camino más corto a la Felicidad??
Necesito llegar urgentemente y creo que he perdido las señas...
jueves, noviembre 10, 2005
Pequeño jardín.

Pero hoy, volviendo a casa, he entrado en un super de esos que están abiertos de sol a sol. Iba, precisamente, a comprar comida para mis mininos cuando de pronto, porque aunque sé perfectamente dónde está la sección ‘comida para mascotas’, ¿quién se resiste a dar una vueltecita por un supermercado medio vacío?, me he encontrado delante de una estantería en escalón cuajadita de gerberas florecidas. Allí estaban reunidos todos los colores que se puedan imaginar, con esas flores de pétalos de terciopelo que me han trasladado, por un momento, a cierta escena, en un amanecer de un mercado de Manhattan, de la película ‘Frankie y Johnny’, sintiéndome como una Michelle Pfeiffer (qué más quisiera... ella) aquí sin un Al Pacino que me prometiera cocinar siempre para mí.
He salido de allí sin comida para gatos pero con dos magníficas gerberas de los más increíbles naranja y bermellón. Igual que me han cautivado a mí, lo han hecho con todo el que me he cruzado por la calle, que se quedaban mirando a cierta loca que parecía acabada de salir de una mezcla de Matrix y Candi-Candi. Ellas serán las habitantes de una recién estrenada terraza con derecho de admisión excluido para cierta parte de la población de mi casa.
Ya tendré a quién consultarle mis dudas.
miércoles, noviembre 09, 2005
Tres veces, tres.
Más o menos con esas palabras, con más o menos gracia o diplomacia, pero en esencia, lo mismo:
las mujeres de treinta y tantos estamos todas locas.
Y yo me paro y pienso.
Conclusión: como decían los hermanos Carmona,
no estamos locas, sabemos lo que queremos.
¿O es que nos tenéis miedo?
martes, noviembre 08, 2005
Lo que digo, lo que callo...

Dialogo gesticulando mucho, con las manos, los ojos, toda la cara. Discuto alzando poco la voz, prefiero huir que gritar. Pero hablo poco. Prefiero escuchar.
Alguien dijo de mí una vez –alguien que me conocía poco- que era como un búho, que miraba, oía y juzgaba. Sólo se equivocó en una cosa: no juzgo. He aprendido a no tener prejuicios ni perjuicios.
Hablo poco, prefiero escuchar. A la gente le suele gustar que las escuchen. He sido hombro amigo y paño de lágrimas muchas veces. También he tenido los míos, claro, haciendo un esfuerzo para contar en confesión las idas y venidas de mi yo profundo, pero siempre callo más de lo que digo.
Hablo poco, prefiero escuchar.
Y ahora, si ustedes me lo permiten, también prefiero escribir.
domingo, noviembre 06, 2005
Leonor.

Fue mi eterna predecesora en las listas de clase durante párvulos y toda la EGB. Recuerdo perfectamente el día en que nos conocimos: ella con cinco años, yo con cuatro (por aquel entonces, todavía permitían a los niños de enero estar en el curso que por lógica les corresponde).
Después de eso, y a pesar de que estuvimos durante años en la misma clase, no tuve demasiada relación con ella. Fue un mal comienzo y nunca hicimos pandilla.
Ahora me la encuentro muchas mañanas. Tiene a su hija en el mismo colegio que yo a la mía, del que ambas somos antiguas alumnas.
Desde hace algunos días, pienso si estará contenta.
viernes, noviembre 04, 2005
Gran día.

Estas ocasiones, por extrañas, hay que celebrarlas, así que he preparado el decorado para que no faltara de nada:
- las botas más altas que tenía en el armario. Si he de comerme el mundo, quiero verlo antes desde bien alto.
- los vaqueros que mejor me sientan, para que todos sientan cómo me sientan esos vaqueros.
- la camisa azul que me hace juego con los ojos. Alguien me dijo alguna vez que los tenía sucios -los ojos- porque son capaces de cambiar de color a antojo -el suyo. Hoy tocan 'deep blue'.
- pelo dominado bajo sesión de brushing. Porque yo lo valgo.
- ojos con la raya más profunda que podáis imaginar, labios de un perfecto ciruela satinado.
- ideas claras, mente despejada.
- capacidad para mantener la mirada de cualquiera el tiempo que fuera necesario.
- voluntad para decir lo que pienso, caiga quien caiga, aunque sea yo misma.
jueves, noviembre 03, 2005
El lado oscuro.
No hay ignorancia,
hay conocimiento.
No hay caos,
hay armonía.
No hay pasión,
hay serenidad.
No hay muerte,
está la Fuerza.