ampharou
jueves, marzo 30, 2006
Naufragio.
De nuevo sentada en la orilla de tu propia memoria, esperando la marea que arrastre los restos de este nuevo naufragio. ¿Cuántos han sido hasta ahora? ¿Tres, cuatro? Da igual, todos han tenido el mismo resultado: trozos de ti misma navegando a la deriva por mucho tiempo, sentirte como el amotinado abandonado en la isla, la terrible secuela del miedo a volver a enrolarse, a volver a acercarse al mar simplemente.
El diario de a bordo convertido en el suma y sigue de los desastres. Cuando crees el mar en calma, cuando parece que esta travesía te llevará a buen puerto, al doblar el primer cabo la tempestad embravece las aguas y ya no hay salvación posible. No hay botes, no hay salvavidas y el capitán es el primero en abandonar la nave.
La tormenta pasa, el mar vuelve a su apacible quietud, pero ya nada vuelve a ser lo mismo. Del navío sólo quedan los pecios hundidos, de tu empresa tan sólo el dolor del fracaso. Y tú vuelves a sentirte, otra vez, como un mascarón de proa encallado en la playa.
miércoles, marzo 29, 2006
Lámpara de lava.
Sobre esa misma mesa de esa misma cafetería, abierto, el libro que ocupaba ahora sus desayunos y sus cortos trayectos en autobús. Lo había empezado con el anhelo de aprehender al menos parte del conocimiento que se encerraba entre esas pastas rojas y ya un tanto gastadas, pero en ese preciso instante, en esa precisa página, las palabras que revelaban la subida a los altares por méritos propios del bardo de Strarford se diluían irremediablemente ante sus ojos al igual que cualquier idea se disolvía en su mente tan al instante de concebirla que pareciera que nunca había existido.
Tenía una vaga consciencia del lugar que ocupaba ahora mismo, pero le habría dado igual que fuera ese o cualquier otro. Se sentía totalmente ajena del sillón que ocupaba, de la mesa que tenía delante, del bullicio de la cafetería en esa hora punta. El tiempo prácticamente se había detenido, se habían detenido los latidos en sus sienes y las risas de los que ocupaban la mesa contigua a la suya llegaban desde algún lugar lejano. La gente entraba y salía, pero todo giraba a su alrededor fluyendo como las gotas caprichosas de una lámpara de lava.
domingo, marzo 26, 2006
Sabores.
jueves, marzo 23, 2006
Primavera.
Ya que ella no se decide a venir a nosotros, salgo a buscarla. Y para ello sacrifico las ondas azules en pos de este cercis siliquastrum, que es como se llama el árbol cuyas flores adornan desde hoy este humilde blog.
Y elijo precisamente este árbol y no, por ejemplo, un almendro, símbolo más tradicional de la primavera, ni cualquier otra flor, porque su floración es, junto con la llegada de las golondrinas, el signo urbano más inequívoco de este cambio de estación.
Es llamado Árbol del amor, quizá porque sus hojas tienen una perfecta forma de corazón, o Árbol de Judas, ya que según la leyenda, en él se ahorcó el apóstol después de su traición. En Cádiz adornan algunas de sus calles y plazas, siendo además de las pocas especies que han escapado a la ‘poda’ salvaje (tala en algunos casos) con la que se ha intentado resanar los árboles de la ciudad estos últimos días.
Ya sólo queda esperar que el ensalmo sea efectivo...
sábado, marzo 18, 2006
Viento.
jueves, marzo 16, 2006
Nano y Wey.
Nano es canela. Es el mayor. En realidad se llama Mateo y acaba de cumplir cuatro años. Lo rescatamos de una muerte segura cuando apenas tenía un mes. Del resto de la camada y de la mamá nunca más se supo (hay gente a la que les molesta los animales, aún cuando les libran de ratones y culebras que era lo único que hacían los gatos en la fábrica en la que nació). Cuando todavía era joven e inconsciente quiso volar y como consecuencia tiene un clavo en el codo de una de las patas delanteras y mucho miedo a volverse a caer, por lo que ha aprendido a afianzarse bien en las ventanas cuando la avidez de sol puede más que el vértigo. Cuando llegó Wey él ya tenía más de un año y le hizo saber de inmediato quién mandaba en casa.
Wey es un tabby gris regalo de una compañera con un índice de natalidad entre sus gatos demasiado alto hasta para una «gattara» convencida. Pronto cumplirá tres años. Dicen de los gatos que tú no los adoptas, sino que ellos te adoptan a ti. Pues Wey ni lo uno ni lo otro. Él es el gato de Nano, es al único que hace caso y al único que da topadas cuando tiene ganas de mimos. Eso sí, el pobre está tan resignado a ser el juguete de mi hija, que sólo se diferencia del resto de sus peluches porque él se mueve. De vez en cuando, porque el deporte favorito de ambos es estar tumbados al sol durante horas. Sólo hay dos sonidos a los que atienden: el que hace el abrir una lata de comida o sacudir la bolsa del pienso seco y el de la persiana de la terraza cuando la levanto.
Suelen pelearse en época de celo y organizan carreras por todo el pasillo en las que los obstáculos son ellos mismos. Son magníficos porteros de pelotitas de papel. Tienen su código secreto de señales y se riñen el uno al otro cuando hacen algo malo. Pero lo que más les gusta, sin duda, es encontrar el sitio más cálido de toda la casa y acurrucarse el uno contra el otro.
martes, marzo 14, 2006
Bomberos.
«Había en aquellos tiempos, en Madrid, muchos niños que querían ser bomberos. Fue una época pacífica y los niños heroicos no tenían otro sueño. Porque el bombero era el héroe mejor de todos los héroes, el que no tenía enemigos, el más bienhechor de los hombres. Los bomberos eran buenos y respetuosos, dentro de sus grandes mostachos, con sus uniformes de héroes cívicos, con sus yelmos como los griegos y los troyanos, pero ecuánimes y corteses, gordos y bondadosos. ¡Honra a los bomberos!
Desde otro punto de vista, eran los grandes amigos del fuego. Había que ver la alegría con que llegaban, el entusiasmo de su faena, el júbilo de sus coches rojos. Rompían con sus hachas mucho más de lo que había que romper. Hartos de su interminable quietud, les embriagaba la alarma, las llamas les enardecían y llegaban eufóricos al incendio. Ponían en marcha su mecanismo de pura actividad y de pura prisa. Vencían al fuego, tan sólo porque le demostraban una mayor actividad y una velocidad mayor. Y el fuego humillado, se retiraba a sus cavernas. Ellos conocían este secreto, el único eficaz contra las llamas. Ganaban al fuego en aquello en que más se tenía por grande: en movimiento y escenografía. Le humillaban. Todos los ojos se volvían hacia ellos; el fuego nadie lo miraba ya.
Corrían menos que una persona normal, pero corrían canónica y gimnásticamente; pecho afuera, puños al pecho, la cabeza alta, levantando mucho los pies del suelo y las rodillas hacia fuera y nunca tropezaban unos con otros. Por eso todo el mundo decía:
- ¡Qué bien corren!
Nunca sacaban a nadie por la puerta, aunque pudieran, siempre lo hacían por las ventanas y por los balcones, porque lo importante para vencer era la espectacularidad. Bombero hubo, que, en su celo, subió a la joven del primer piso, hasta el quinto, para salvarla desde allí.
En cada piso había siempre una joven. Todos los demás vecinos salían de la casa antes de llegar los bomberos. Pero las jóvenes tenían que quedarse para ser salvadas. Era la ofrenda sagrada que hacía el pueblo a sus héroes, porque no hay héroe sin dama. Cuando llegaba la hora del fuego, toda joven conocía su deber. Mientras los demás huían aprisa con los enseres, ellas se levantaban lentas y trágicas, dando tiempo a las llamas, quitaban de su rostro las pinturas y los afeites, soltaban las largas cabelleras, se desnudaban y se ponían el blanco camisón. Salían por fin, solemnes y magníficas, a gritar y bracear en los balcones.»
Alfanhuí, Rafael Sánchez Ferlosio.
domingo, marzo 12, 2006
Maldito domingo.
No, no me gustan los domingos.
Domingos como salas de espera de lunes inclementes.
Domingos melancólicos de viaje y vuelta.
Domingos de arena lenta que retrasan tu regreso.
No, todavía no me gustan los domingos.
viernes, marzo 10, 2006
Más de lo mismo...
Conversación mantenida esta misma mañana delante de un café:
Él: Vaya problemón que tiene Fulano...
Yo: ¿Qué le pasa?
Él: Su niña, que se le ha quedado preñá (la primera en la frente. Esto no va a ir bien. ¿Preñá? entonces ahora las vacas deben quedarse en estado de buena esperanza)
Yo: Vaya, pero la chica es mayor, ¿no?
Él: No, no, si no es por eso... es que es de un negro.
Yo, con cara de «nopuedeserqueestéescuchandoesto»: ¿Qué?
Él: No, si a mí no me importa (qué modernito y qué democrático que soy), pero ya sabes, la sociedad...
Yo (¿me levanto y me voy?): ¿La sociedad o la gente que hace ese tipo de comentarios?
Él: Te digo que a mí no me importa, sólo te lo cuento como me lo han contado...
Yo: Ah, ¿no te importa? ¿Te preocuparía si tu hija tuviera algún día a un negro como pareja?
Él: Hombre, eso es distinto... (ahora sí que me levanto y me voy) ¿A ti no te preocuparía que lo tuviera la tuya? (no, mejor me quedo y contesto)
Yo: A mí lo que me preocuparía es que tuviera una pareja que pensara así...
jueves, marzo 09, 2006
Doña Cuaresma.
Señoras y señores, ya está bien. Ya terminó. Ha habido tiempo suficiente para el desenfreno y la desvergüenza.
Recordad también que es tiempo de vigilia. No se puede comer carne. Pero nada de bacalao, que da mucha sed. Lo más adecuado será que cada viernes dirijamos nuestros pasos, a la hora del almuerzo, a la marisquería más cercana. Los crustáceos no son carne. Y si no son carne, no son pecado. Así que podremos almorzar y cenar marisco sin ningún peligro para nuestras almas, porque además, al darnos el gran atracón de esos bichitos, olvidaremos el chuletón, el cordero y el cochinillo.
Por fin, y tras todos estos sacrificios, llegaremos a nuestra tan ansiada semana santa. Una semana de vacaciones en medio del año que no podemos desaprovechar visitando museos ni pateando ciudades, que eso cansa. Lo de las visitas culturales lo dejaremos para cuando nuestra empresa nos envíe a cualquier ciudad por motivos de trabajo. Las semanas de vacaciones están para descansar, así que nuestra obligación, para honrarla, será permanecer, por ejemplo, tumbados en una hamaca a la orilla de una idílica playa, sin otra obligación que no sea el estar atentos a los voluptuosos, sensuales, sudorosos cuerpos que se broncean al sol del medio día apenas a un metro de nosotros...
martes, marzo 07, 2006
Sirenas.
De un tiempo a esta parte, me cantan las sirenas allá por donde voy y se ponen en marcha las alarmas.
Ya he comentado en alguna ocasión mis problemas con los electrodomésticos. Última hora: todo sigue igual. O peor, porque el ordenador de casa (no, no podía ser el de la oficina, única razón para que me cambiaran ya este Spectrum desde el que os escribo ahora) le tomó el relevo al calentador de agua.
viernes, marzo 03, 2006
Llegó el momento...
miércoles, marzo 01, 2006
Miradme.
Miradme. Estoy aquí, de pie, delante de vosotros.
Mirad, fijaos bien. Mirad mi pelo, cayendo en cascada sobre los hombros. Antaño ocultaba mis ojos y ahora se enredan en él cien palabras y mil promesas. Cae sobre esta espalda que cargaba con todo el peso del mundo, como la de un atlante abandonado a su destino, y ahora se yergue poderosa en un ángulo convexo modelado por la sangre caliente que la recorre.
Mirad mi boca. No encontraréis en ella la mueca de ayer, porque ha sucumbido a las sonrisas, ha probado los besos más dulces y ha pronunciado las frases más fervientes.
Mirad mis manos. Tienen las palmas vueltas a vosotros y sin embargo ya no suplican. Otrora jugaban inquietas dedo con dedo, reprimiendo el abrazo y las caricias, pero hoy han inventado roces nuevos, han tocado al que aman y han vuelto a nacer por ello más suaves, más blancas, más hermosas.
¿Veis este cuerpo? Tampoco es el mismo. Ajado y mustio de pura y pesarosa desidia, ahora tiene alas para subir al cielo y quedarse allí, suspendido en la plegaria de su nombre, en la eterna letanía que me lo acerca.
¿Me veis? Mi yo, mi nuevo yo, ataviado con el aura de los felices, en perfecta armonía con lo que ahora soy y lo que siento.
¿Podéis verme ahora? Quizá yo a vosotros no. Me veréis sonreír distraída mientras mis ojos os atraviesan, fijos en un punto lejano al que me llevan mis recuerdos más recientes, mis ilusiones, al que es capaz de transportarme una frase oída en una conversación al pasar, el retazo de un aroma percibido por un momento, la palabra que leo, el nombre que oigo, una música lejana, la luz del sol en los ojos, una gota de memoria que me lleva donde quiero estar.
Miradme. Ahora sí soy yo.